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Niki de Saint Phalle: “Soy nonagenaria en edad fértil”

Niki de Saint Phalle: “Soy nonagenaria en edad fértil”

¡Bang, bang, bang! Los disparos de la carabina retumban en toda la casa. A sus 94 años, Niki de Saint Phalle sigue haciendo ruido con su técnica de los cuadros tiroteados: bolsas de pintura con forma humana que, al recibir el impacto, forman manchas y figuras de colores. Dos asistentes la sujetan, eso sí, para que el retroceso del arma no la tire al suelo. La chica que de joven posó como modelo para Vogue, Life o Harpers’s Bazaar, la mujer que sobrevivió a la violación de su padre, la activista que huyó de la caza de brujas de McCarthy, la esquizofrénica a la que el arte salvó mucho más que los electroshocks, la pareja del escultor cinético Jean Tinguely, la amiga de Sartre y Beauvoir... ha vuelto a vivir en Francia, tras su etapa en California, y recibe a este diario en su casa de las afueras de París, en un enorme hangar donde almacena varios cuadros y enormes y coloridas esculturas a medio hacer.

“Mis esculturas en Collserola se verán desde el avión: venus, brujas, parturientas...”

El Grand Palais de París le dedica una gran exposición –junto a Jean Tinguely y Pontus Hulten– hasta el próximo 4 de enero.

Ha sido una suerte poder participar en vida en el montaje a diferencia de mis desaparecidos compañeros. Jean fue mi gran compañero de vida y Pontus apostó por mí cuando nadie más lo hizo, a mí otros artistas me llegaron a decir: “¡Ve a la escuela de arte! ¡Aprende a pintar!”.

Quisiéramos que nos hablara de su polémico proyecto en las montañas de Collserola.

Me tomo polémico como un cumplido, es siempre así, desde que la policía nos detenía en las calles de París por hacer ruidosos desfiles con nuestras obras y cacerolas, cortando el tráfico sin permiso. Una obra de arte no está completa hasta que no incluyes en ella la reacción de los espectadores. Muchas de mis obras invitan a la gente a entrar en ellas, a interactuar, lo que en teatro se llama romper la cuarta pared. Sobre Collserola... Soy conocida en todo el mundo por la fuente Stravinsky al lado del Pompidou, que hice junto a Tinguely y me alegra ver las miradas de los niños (y los adultos) cuando pasan por ahí... pero una plaza no es nada, se queda pequeña. Cuando visité el parque Güell en Barcelona me di cuenta de que lo que necesitamos es un arte integral, exterior y en grandes espacios. Por eso durante veinte años creé un bosque escultórico en la Toscana italiana, el Jardín del Tarot, con 22 esculturas, un diálogo entre arte y naturaleza. Son dos hectáreas, pero ahora hemos conseguido poder actuar en toda una montaña. Esas venus gigantes, diosas alegres de la feminidad, libres y empoderadas, y también brujas, parturientas y otras esculturas –algunas de ellas, en movimiento– se verán desde los aviones que lleguen a la ciudad. Es poesía. En 1966 creé la escultura femenina más grande de la historia, Hon, de 28 metros de largo, se entraba a ella por la vagina en el Moderna Museet de Estocolmo. En Barcelona voy a superar esas dimensiones. Espero que me alcancen las fuerzas y, si no, será Teresa Solar Abboud, que trabaja conmigo en el proyecto, quien lo culminará. ¡Tengo tantas ideas!

¿Sí?

La fuente de mi arte es la imaginación y solamente llego a materializar algo menos de la mitad de lo que se me ocurre. Estoy desbordada por mis ideas.

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Su arte reciente combate el racismo y la homofobia.

Seguí el patrón habitual de la persona rebelde: primero contra la familia, luego contra la escuela, donde tuve muchas dificultades, y después contra la patria. Me sentía muy incómoda en el entorno en el que nací: siempre me sentí más a gusto en la cocina que en el salón. Desde muy temprana edad fui consciente de los problemas sociales, que me afectaron desde mi infancia. Lo mismo sucede ahora. Me expreso a mí misma y eso provoca, automáticamente, que exprese la situación de la mujer de hoy. En EE.UU. estamos muy mal. Trump representa el supremacismo blanco, quiere extirpar de los museos la historia de la esclavitud y encarna los valores del macho arrogante. Por eso regresé hace unos años a Europa.

¿Cómo encaja esa visión crítica con algunas de sus figuras amables?

Me han llamado ingenua o naïve los que solo ven grandes mujeres de colores con los pechos grandes pero, si se limpian las gafas, verán en mis obras el sexismo, el sida, el patriarcado, la violencia, la muerte, la crisis climática... ¿Ingenua? Para algunos, las mujeres deberíamos pintar flores, yo pinto partos.

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¿Por qué empezó a pintar?

Calmaba el caos que agita mi alma. El arte apacigua a los dragones.

Ha dicho que su arte jamás podría hacerlo un hombre.

Por supuesto. ¿Se imagina un hombre disparando al cuadro? ¡Significaría justo lo contrario de si disparo yo... La mujer es la gran creadora. ¡Parimos bebés! ¡Personas! No puede haber creación más grande. Los hombres envidian eso y crean multitud de otras cosas estúpidas para compensarlo. Estoy obsesionada con la creación, me gustaría estar embarazada cada nueve meses pero, como ya no puedo, sigo creando a mi manera. Nonagenaria, estoy en edad fértil.

lavanguardia

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